Se impone, más que nunca, el rigor crítico para desvelar falsas legitimaciones, los nexos artificiales que se establecen entre pasado y presente. Por lo pronto, se trata de penetrar en las entrañas de la construcción de los mitos. Estos nacen y mueren en función de lógicas históricas e ideológicas. La misión del historiador es separar el grano de la cizaña. Los mitos no deben ser otra cosa que objetos históricos en sí mismos examinados bajo el prisma de la razón y desde la exigencia de la honestidad. Se trata de demostrar su relativismo histórico, la multiplicidad de lecturas funcionales que ofrecen a lo largo del tiempo y en función de la identidad de sus intérpretes.

Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado. Premio Nacional de Historia (2012)

... nuestro destino era PRESTAR ATENCIÓN Y DESCANSAR en cada una de las minúsculas revelaciones que se habían ido abriendo a nuestro paso; cada una de las cuales, a su vez, nos aconsejaba no buscar ningún destino, ni mucho menos un destino feliz. Sólo de ese modo se lucha contra la asfixia y la angustia del tiempo y del dueño de la cortinilla; prestando atención a lo que se ENCUENTRA, y no a lo que se BUSCA.

Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! Oh, eso es lo que no sabe nadie!

Antonio Machado en Juan de Mairena (1936)

History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities

T. S. Eliot en Gerontion (1920)


sábado, 28 de junio de 2014

Escapar de la historia nacional

A lo largo del 2014, con la excusa del Tricentenari que se celebra en Cataluña, historiadores de todo tipo y condición han aprovechado para hablar sobre la instauración de la Monarquía borbónica. Aunque se han celebrado varios congresos científicos importantes, los medios y los políticos han llamado la atención sobre el ya legendario simposio de Espanya contra Catalunya, que ya recibió una réplica con la jornada Cataluña en España: historia, cultura e identidad organizada por la fundación FAES.
En vez de entrar en detalles pormenorizados sobre el significado de estos encuentros, me gustaría por el contrario hacer una observación general. Desde que he empezado a especializarme en Historia Moderna me ha llamado la atención una contradicción: por un lado, entre los historiadores universitarios hay un acuerdo en que es necesario comprender las relaciones globales y "transnacionales" para entender el desarrollo de los Estados modernos. Abundan los estudios comparados a escala meditarránea y atlántica, o a niveles de redes clientelares o familiares. Pero por otro lado, el debate público en torno al pasado asume una visión de la historia radicalmente esencialista, en la que no tardan en comparecer términos como "espíritu", en la que naciones antiquísimas compuestas por sujetos irreductible han pugnado por su Lebensraum.
Como historiador novato, me parece chocante acudir a congresos universitarios en los que se hacen exposiciones finísimas con un vocabulario exquisito, y luego encontrarme al abandonar el Paraninfo universitario un debate público totalmente idiotizado por tertulianos, en la que el pasado se deforma hasta la caricatura. No me cabe ninguna duda de que si se ha llegado hasta aquí es en buena parte por la falta de compromiso real con la sociedad por parte de los historiadores.
Aunque la mayor cuota de responsabilidad se la llevan los políticos que utilizan la historia según sus intereses más cortoplacistas, los medios de comunicación ayudan a emponzoñar el ambiente reproduciendo lo primero que escupen sin mayores advertencias. De este modo, disparates monumentales como que España sea la nación más antigua del mundo (Rajoy dixit) o que la consulta del 9-N sea la oportunidad para redimir la derrota de 1714 (Homs dixit) reciben una amplísima difusión, por lo que un número importante de gente lo acaba tomando como verdades operativas. La ciudadanía aprende "historia" a golpe de centenario, como los de 1808-2008 o 1492-1992, en los que el pasado hace de comparsa en un desfile de consignas políticas. Difícilmente tendremos una ciudadanía educada y con capacidad crítica si pagamos farras mitómanas con dinero público al mismo tiempo que recortamos en educación.
Cualquier análisis que no tenga ánimos de confrontación partidista, da cuenta de una serie de verdades evidentes. Primero, que la Guerra de Sucesión fue un conflicto a escala europea, incluso mundial. Segundo, que fue una guerra entre monarquías, dinastías y concepciones distintas de entender el poder y las leyes en unas sociedades que podemos llamar de "Antiguo Régimen". El Estado-nación tal como lo entendemos, no existía. Por último, que la guerra de Sucesión fue un conflicto que afecto a los diversos órdenes de la sociedad: en Castilla hubo castellanos austracistas, en Cataluña hubo catalanes felipistas y en Valencia la guerra tuvo un componente de rebelión social que significó la brutal represión a manos de la propia aristocracia local.
Entonces, ¿por qué se sigue dando credibilidad a esta versión tan infantilizada de la historia? Pudiera hablar sobre los intereses políticos que hay detrás. Pero esto sería demasiado fácil: es evidente que alterando la historia se consigue un mayor apoyo político. Aquí quería hacer referencia sobre la dificultad de hacer una historia que NO sea nacional. No quiero decir que no sea "nacionalista", sino que no utilice como punto de partida la nación. Es cierto que los historiadores desde siempre han partido de otras unidades de análisis. Antiguamente, la religión o la "civilización cristiana" era una vía de explicar el pasado de diversos reinos europeos. Luego, los marxistas ambicionaron escribir una historia de la clase obrera que respondiese a al llamamiento revolucionario  de "proletarios del mundo, uniós!". Pero la nación, siempre ha estado ahí, probablemente porque a su existencia como idea política también le debamos la existencia de la historia como disciplina intelectual. Pero esto ya es otra cosa.
Lo aquí pregunto es si puede explicarse como ha llegado a existir lo que hoy llamamos España, Cataluña o Alemania sin tener que utilizar "España", "Cataluña" o "Alemania" como moldes prefabricados. ¿Si sabemos que antes de la Modernidad la idea de nación tal y como la entendemos no existía y las relaciones entre hombres operaban según otras ideas, por qué una y otra vez nos encontramos en las librerías con "Historias" de España, Cataluña o Alemania que se remontan a los yacimientos neolíticos? ¿Puede escapar uno de la historia nacional? ¿O estamos condenados a caer una y otra vez en el mismo presentismo? ¿Es posible entender la diversidad humana en el pasado sin contaminarla?
Yo creo que sí, pero no es nada fácil. Se me ocurren varios motivos. Primero, que la nación es la esfera política en la que nos movemos. Luego,  en la historiografía y en las comunidades de historiadores hay muchísima inercia, por lo que es difícil romper con tradiciones intelectuales que tienen largo recorrido. Urge romper de una vez con este impulso. 
Aunque se trate de un conjunto estupendo de obras de síntesis redactadas por historiadores cuya altura intelectual es intachable, 
No deja de parecerme bastante sintomático que todavía haya editoriales que se embarquen en el proyecto de una "Historia de España" (en el que no falta el primer volumen sobre la "Hispania Antigua"),aunque se trate de un conjunto de obras de síntesis estupendas redactadas por los mejores historiadores que hay en nuestro país. Sin embargo, ¿por qué volver a hacer lo que se ha hecho mil veces ya? ¿Por qué no probar algo nuevo?
Desde un punto de vista espacial, en la esfera anglosajona se han dado varios pasos importantes para una historia por encima del sujeto nacional. La Atlantic History ha dado bastantes frutos, como Imperios del mundo atlántico de John H. Elliott o The Ideological Origins of the British Empire de David Armitage. La historia global ha ido produciendo algunos experimentos interesantes, algunos reseñados en un librito cuyo título ya es toda una declaración de intenciones: Una nueva historia para un mundo global. Introducción a la World History de Peter N. Stearns. La aportación de Immanuel Wallerstein con la perspectiva del sistema-mundo ha producido debates realmente productivos entorno al desarrollo de una economía capitalista global, en consonancia con otros investigadores como Giovanni Arrighi o Andre Gunder Frank.
Con la construcción de la Unión Europea, no han faltado iniciativas para escribir "historias de Europa", en las que se pone de relieve tanto el sustrato común como las interacciones culturales entre los diversos pueblos. Otras perspectivas más regionales cuentan con obras de referencia, como el ya legendario clásico de Fernand Braudel El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Evidencias de que es posible hacer historias no-nacionales es posible.
Uno puede hartarse a leer y discutir sobre la realidad política catalana y española en la época moderna. Pero no producirán perspectivas intelectualmente estimulantes hasta que no abandonen las trincheras conceptuales de la nación. Que hay que escapar de la nación queda claro cuando sabemos que la Guerra de Sucesión fue movida el interés de controlar el tráfico comercial de las Indias y que muchísimos pueblos catalanes fueron austracistas cuando los ocupaba el archiduque Carlos y felipistas cuando los ocupaba el duque de Anjou.. ¿Dicho esto, ¿por qué no escribir una historia global de la Guerra de Sucesión? ¿Por qué no explicar cuál fue el alcance de la dimensión antiseñorial de la que existen no pocos testimonios? ¿Por qué no hacemos una historia del espectacular enriquecimiento de las élites barcelonesas tras 1714? Si cuesta más de hacerse, creo yo, es porque se rompen muchos tópicos que son cómodos de creer. Cuando se estudian las consecuencias territoriales de la Nueva Planta en la Corona de Aragón, se observa cómo tras un breve período de estricto control militar, vuelven a ocupar los cargos municipales las mismas élites que gobernaban con los Austrias desde siglos. ¿Puede seguir hablándose de un "país ocupado", cuando sus propias élites se acomodaron al nuevo régimen borbónico y ejercieron el poder otro siglo más? No quiero seguir con más ejemplos, pero creo que queda claro que los esquemas de buenos y malos nunca se sostienen. Las negociaciones entre grupos de poder, las estrategias de las familias, el poder de las redes clientelares, o la enorme presencia de individuos flamencos o italianos en las instituciones borbónicas a medrar nos enseñan una sociedad que desde luego la fidelidad a la "patria" no era prioritaria.
Aunque muchas de estas cosas ya se investigan, difícilmente estas perspectivas llegan al debate público. A mi juicio, la única manera de avanzar en la discusión sobre 1714 y sus consecuencias es escapando de la nación y recuperando otros sujetos históricos. En primer lugar, habría que rehabilitar la dimensión de la Corona de Aragón. Aunque ya en el siglo XVII sus instituciones estaban muy debilitadas, son territorios con desarrollos paralelos que permiten una mejor comprensión. Luego, habría que ahondar en la dimensión global del asunto. No exclusivamente global, sino también atlántica y mediterránea. En tercer lugar, la historia de las familias, de las corporaciones o hasta de los individuos es muy iluminadora. Por último, no dudaría en recuperar un término de los "viejos tiempos" marxistas: la clase. No estaría de más revisar con honestidad un término que ha sido arrinconado (no siempre con argumentos del todo serios) por la historiografía reciente. La misión no es fácil, pero hay que ponerse a ello si no queremos seguir en los mismos debates aburridos en los que sólo gana el que los explota políticamente.

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