Se impone, más que nunca, el rigor crítico para desvelar falsas legitimaciones, los nexos artificiales que se establecen entre pasado y presente. Por lo pronto, se trata de penetrar en las entrañas de la construcción de los mitos. Estos nacen y mueren en función de lógicas históricas e ideológicas. La misión del historiador es separar el grano de la cizaña. Los mitos no deben ser otra cosa que objetos históricos en sí mismos examinados bajo el prisma de la razón y desde la exigencia de la honestidad. Se trata de demostrar su relativismo histórico, la multiplicidad de lecturas funcionales que ofrecen a lo largo del tiempo y en función de la identidad de sus intérpretes.

Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado. Premio Nacional de Historia (2012)

... nuestro destino era PRESTAR ATENCIÓN Y DESCANSAR en cada una de las minúsculas revelaciones que se habían ido abriendo a nuestro paso; cada una de las cuales, a su vez, nos aconsejaba no buscar ningún destino, ni mucho menos un destino feliz. Sólo de ese modo se lucha contra la asfixia y la angustia del tiempo y del dueño de la cortinilla; prestando atención a lo que se ENCUENTRA, y no a lo que se BUSCA.

Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! Oh, eso es lo que no sabe nadie!

Antonio Machado en Juan de Mairena (1936)

History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities

T. S. Eliot en Gerontion (1920)


jueves, 12 de diciembre de 2013

Lealtad e interés

Para él no había existido otro universo que el de una faena ruda, a veces violenta, siempre indeseable. No había conocido la guerra civil más que como la conocen los niños, como vida natural y juego, como muerte y hambre merecidas, puesto que a los niños no les es posible conocer otra vida anterior o distinta a la que reciben con el bautismo. Tampoco los cuarenta años de dictadura franquista fueron para él una cadena de crímenes y asesinatos y torturas, porque él no conocía otra historia, no otra sociedad, no otra nación que la suya. No vio, no leyó, no le hablaron de nada distinto de lo que veía, leía y oía todos los días en los periódicos, con los amigos, por la radio. Ignoraba por tanto, todo cuanto se apartara un milímetro de su más inmediato entorno y jamás creyó que hubiera otro juicio, otra moral, otra recompensa o castigo que la derivada de la confianza y el interés de sus superiores. El respeto, el agradecimiento o la admiración, no; sólo la confianza o el interés. Ser un hombre de confianza, o de toda confianza, era lo máximo a que se podía aspirar en aquel que para él equivalía al Cosmos.
El dinero era consecuencia de lo anterior. Si uno se ganaba la confianza de los superiores, entonces uno podía ganar dinero. No mucho, sólo un poco. Todavía en 1980 el mucho dinero en manos de un infeliz resultaba peligroso. No porque el dinero fuera más o menos legal, ya que todo el dinero de España era total y rotundamente ilegal, sino porque todavía en 1980 los pobres carecían de permiso para acceder a las grandes fortunas. Si deseaban mantenerse con vida, los pobres debían andarse con ojo para no acumular mucho dinero. El club de los potentados sólo se abrió en 1982. En consecuencia, Lucena se había limitado a llevar un discreto negocio, nada exagerado.

Félix de Azúa, Demasiadas preguntas, Barcelona, Anagrama, 1994, pp. 138-139.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

En la vigilia del "Espanya contra Catalunya"



Mañana es el día del polémico simposio de "Espanya contra Catalunya". De momento, hasta el día anterior, no he escuchado más que ruido mediático haciendo énfasis en la mala elección del título o en las críticas que se hecho desde diversas personalidades o instituciones. Tanto Jaume Sobrequés (organizador), como Josep Fontana (quien dará el discurso de apertura) han defendido el simposio con diversos argumentos. El primero es que es un congreso sobre una realidad "indiscutible", "objectiva". El segundo es que es una reunión científica que se realiza con la presencia de historiadores reputados. El tercero es que se ha saltado a la carga contra el Simposio cuando todavía no se ha celebrado, evidenciando así la animadversión que desde ciertos sectores se tendría hacia que Cataluña discuta su pasado.
Los tres argumentos me parecen muy flojos y bastante deshonestos. Y no hace falta ser un furibundo españolista para sentir que este simposio tiene elementos bastante indefendibles. El historiador trabaja con el lenguaje. Aunque su trabajo responde a una realidad pasada, cuando un historiador se sienta a escribir no dispone más que de conceptos y razonamientos para darse a entender. Así que,en un ejercicio de sensibilidad masoca, vamos a intentar mirar de cerca las palabra. A lo mejor, habrá alguien que pueda creer inútil llamar la atención sobre cuestiones que son obvias. Pero a mí no me lo parece tanto. Manipular en historia sale barato y es muy fácil. Basta apenas un simple gesto, omitir según que adjetivos o introducir según que verbos para cambiar la fortuna de imperios y generaciones enteras. Más vale tener cuidado con lo que se escribe, especialmente, cuando ese pasado parece estar más vivo que nunca.
Vayamos al tríptico: 

Amb motiu de la commemoració del tres-centè aniversari de la caiguda de la ciutat de Barcelona en mans de les tropes de Felip V, el Centre d’Història Contemporània de Catalunya del Departament de la Presidència de la Generalitat de Catalunya i la Societat Catalana d’Estudis Històrics de l’Institut d’Estudis Catalans convoquen el simposi "Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014)". L’objectiu és analitzar amb criteris històrics, des del segle XVIII fins als nostres dies, les conseqüències que ha tingut per al país l’acció política, gairebé sempre de caire repressiu, de l’Estat espanyol en relació amb Catalunya. L’anàlisi tindrà n caràcter transversal des del punt de vista temàtic, cronològic i disciplinari, amb participació d’historiadors, economistes, juristes, sociòlegs i lingüistes. Els diversos ponents analitzaran les condicions d’opressió nacional que ha patit el poble català al llarg d’aquests segles, les quals han impedit el ple desenvolupament polític, social, cultural i econòmic de Catalunya.
El subrayado indica donde se comete la trampa. Es bastante sospechoso plantearte analizar las consecuencias de una acción política, y acto seguido, afirmar que estas han sido gairebé sempre de caire repressiu. De momento, ya se está introduciendo un prejucio. ¿La relación del Estado español con la burguesía y las oligarquías locales del siglo XIX sería represiva? Podemos considerar de "caràcter repressiu" el establecimiento de unos Estatutos de Autonomía? Desde luego, hay episodios represivos. Pero adelantarse y poner este inciso cuando se está anunciando el tema sobre el que se va a investigar significa adelantar conclusiones. Luego, se mencionan unas condicions d’opressió nacional que han impedido que Catalunya se desarrollase plenamente en todas sus vertientes. Otra afirmación que no me parece muy sostenible: considerar que los obstáculos del desarrollo integral de Cataluña se deben a la opresión "nacional" es algo que hace aguas... Los elementos que impidieron el ple desenvolupament vinieron muchas veces de Cataluña mismo. Y desde luego, habría que entrar en cuestiones sobre la propia sociedad y economía catalanas que sería absurdo culpar a España de haberlas mantenido como una vía de opresión. 

Durant tres dies –12, 13 i 14 de desembre de 2013–el simposi incidirà en els efectes de la repressió institucional, militar, política i administrativa al llarg delssegles XVIII, XIX, XX i XXI, i destacarà la influència de tres-cents anys d’espanyolisme a Catalunya. Subratllarà el fet immigratori i l’acció de l’Església, la persecució de la llengua i la cultura catalanes. La falsificació de la història, la censura sobre els mitjans de comunicació i l’espanyolització del món educatiu tindran, també, un tractament específi c. La repressió en  el camp del dret, els exilis que han configurat la nostra història i les referències al País Valencià i les Illes Balears centraran, així mateix, l’atenció d’aquest simposi.
Desde luego, el tema de la españolización de Cataluña es una realidad histórica con momentos muy acusados (pensemos en Franco, sin ir más lejos). Pero los problemas empiezan cuando identificamos con ligereza continuidades y rupturas... La razón de ser de este simposio son conmemorar trescientos años de agravio o represión. Sin embargo, y sin entrar en explicar los trescientos años de historia de Cataluña, hay que desconfiar de entrada de aquellas cronologías que pretenden establecer continuidades centenarias o milenarias. Trescientos años de lo que sea son muchos años. Y hay demasiado tiempo y demasiados cambios entremedio como para considerarse uno heredero directo de los austracistas o de los felipistas que se disparaban cañonazos en 1714. Todos nos reímos mucho cuando Aznar consideraba que la guerra de Irak no era más que la continuación de la Reconquista por otros medios. Lo mismo pasa aquí.

Vayamos ahora a los tres argumentos iniciales.
a) Es un congreso sobre una realidad "indiscutible", "objectiva". Si algo es indiscutible, entonces no estamos ante un debate científico. Para discutir obviedades no se hacen congresos y para aleccionar se hacen misas o mitines. Así, nos quedan dos opciones: o los organizadores creen que es obvio el tema y el enfoque que utilizan, o quieren educar a la gente sobre una verdad auténtica y superior que los demás ignoran. Esto significaría, automáticamente, que todo lo que he dicho arriba es falso y cuestiona algo que no puede ser o no debe ser cuestionado.
b) Es que es una reunión científica que se realiza con la presencia de historiadores reputados. No sería la primera vez que historiadores reputados se ven inmersos en proyectos políticos por encima de su voluntad, ni tampoco la primera vez en que hay una conveniente subordinación a unos intereses nacionalistas. De hecho, la profesión del historiador nació en el siglo XIX como algo ligado indisolublemente a la creación de identidades nacionales. En este caso, sólo puede esperarse al estreno de la función. Pero su organizador ya ha manifestado su apoyo explícito al presidente del Gobierno de la Generalitat de Catalunya. En este sentido, el caso del Simposio no hace más que recordarme a otra polémica entre historiadores: el caso del Diccionario de la Real Academia de la Historia. Por muchos colaboradores ilustres que hubiesen, el proyecto estaba rodeado de una aureola conservadora y españolista que quedaba patente en las cariñosas biografías de personajes como Franco o el fundador del Opus Dei.
c) Se ha saltado a la carga contra el Simposio cuando todavía no se ha celebrado, evidenciando así la animadversión que desde ciertos sectores se tendría hacia que desde Cataluña discuta su pasado. Espero que por criticar un proyecto financiado por el departamento de Presidencia de la Generalitat del no significa que tenga que estar con diputados del PP o Ciutadans. Significaría entonces que el debate público se polariza entre "buenos catalanes" y "malos catalanes" o "buenos españoles" y "malos españoles". Es importantísimo que Cataluña discuta su pasado libremente, pero como me interesa que se haga con honestidad, creo que se merece un enfoque alejado de afirmaciones tremendistas y anacrónicas.

El simposio empieza mañana. Tenemos tres días para ver que versión de la historia nos explican. Espero que los historiadores no le cojan el gusto a hacer congresos para ofrecer la verdad histórica indiscutible. De momento, Alícia Sánchez Camacho ya ha pedido que se monte un "foro de la verdad". Si comienzan a tirarse los libros a la cabeza, tendremos un espectáculo patético. En el caso de que quieran pegarse, más valdría que se encontrasen en un callejón a oscuras y se pegasen entre ellos, para ahorrarnos otro congreso en Madrid en el que nos ofrezcan la leyenda rosa de una España amorosa con los catalanes...

Fuentes:
http://www.tv3.cat/videos/4805751/2324---Programa-del-dilluns-09-de-desembre-2013
http://www.vilaweb.cat/noticia/4160960/20131210/jaume-sobreques-cents-anys-repressio-catalunya-indiscutibles-inquestionables.html
http://www.lavanguardia.com/politica/20131211/54395403453/pp-organizara-foro-de-la-verdad-simposio-del-odio.html
http://www.8tv.cat/8aldia/videos/jaume-sobreques-aquest-vespre-a-8-al-dia/
http://www.libertaddigital.com/espana/2013-12-11/la-odisea-politica-del-director-del-simposio-espana-contra-cataluna-1276506180/
http://www.ara.cat/politica/pp-simposi-1714-sobreques-suspendre_0_1043895822.html

martes, 10 de diciembre de 2013

Lliçons d'Època Moderna II - Catalunya dins la Guerra de Successió




Los profesores del departamento de Historia Moderna de la Universitat de Lleida, Antoni Passola y Maria José Vilalta, organizaron una jornadas dedicadas a la Guerra de Sucesión en Cataluña.  La elección del tema no podía ser más oportuno: hace ya casi un año que el tema de la derrota catalana en 1714 ha llenado el escaso espacio que los medios reservan a cuestiones históricas. Cada gesto político del actual gobierno de CiU-ERC ha ido acompañado de un relato que ha acudido sin complejos a su particular Numancia "dieciochesca". Sólo hace falta ir a una librería para ver cómo se ha llenado de novedades y reediciones de todo tipo, en las que no faltan novelas históricas escritas por políticos y cuadernos ilustrados para niños. Aunque hay interesantísimas opciones, me parece que lo que más abunda es aquello que Alberto Reig Tapia llamaba "historietografía", en referencia a los libros que escribía Pío Moa o César Vidal sobre la guerra civil española.
Frente a utilizaciones interesadas y lecturas sesgadas, quizás lo mejor que pueden hacer los historiadores universitarios es ofrecer los resultados de sus investigaciones. Delante de la liturgia nacionalista auspiciada por los medios y los partidos políticos, la universidad tiene que ser el foro de un debate científico que se mantenga alejado de reivindicaciones partidistas y afirmaciones maniqueas.
Con esta idea en mente, se iniciaron estas Lliçons que tuvieron lugar en la Sala Víctor Siurana. El 13 de noviembre contamos con la presencia de María Victoria López-Cordón, que desarrolló un sucinto repaso de todo el período que va desde el reinado de Carlos II hasta el establecimiento de la Nueva Planta. La idea de "complejidad" estuvo muy presente en su presentación: el proceso por el cual la Monarquía Hispánica cambió de dinastía fue un proceso lleno de contingencias, indecisiones y oportunidades. Las opciones borbónicas y austracistas estuvieron redefiniéndose constantemente, y no fueron bloques compactos y aislados a los que los individuos se adhirieran de manera espontánea. La dimensión civil del conflicto dividió a familias y territorios, por motivos sujetos a numerosas variables. Ahora bien, el fin del conflicto representó una derrota y una victoria clara: los decretos de Nueva Planta y los cambios en la estructura administrativa bloquearon la posibilidad de cualquier alternativa o reconciliación.

Foto de Cristina Ardanuy


El día 4 de diciembre tuvimos la oportunidad de disfrutar de un programa doble sobre la Guerra: Carlos Martínez-Shaw nos habló de su dimensión europea y mundial, mientras que Joaquim Albareda se centró sobre todo en el desarrollo que esta tuvo en Cataluña, pero sin olvidar el resto de la Corona de Aragón.
Carlos Martínez-Shaw hizo un repaso de los hechos militares y políticos que, aunque estuviesen lejos de la Península, no dejaron de condicionar las decisiones que ambos bandos tomaban sobre España. Los reyes de Francia, España e Inglaterra, así como el emperador de Austria, eran perfectamente conscientes de que detrás del trono español estaba el tesoro de las Indias. El Caribe y el Atlántico Norte fueron el teatro de numerosas operaciones militares, y los tratados de Utrecht dejaron al reino de España con una posición frente a los demás reinos europeos bastante desventajosa. La Guerra de Sucesión, de este modo, marca el fin de una era y el inicio de otra, caracterizada por el equilibrio entre las monarquías europeas, pero que se saldó finalmente con Gran Bretaña como gran potencia colonial.
El profesor Albareda retomó esta conclusión, al comentar que la guerra fue iniciada y finalizada cuando le dio la gana a los ingleses. Aunque esta afirmación fuera dicha con tono jocoso y con las risas del público, problemente contenga bastante verdad. Su exposición se centró en los motivos que llevaron a las instituciones catalanas a retirar su lealtad a Felipe V y a adaptar la postura que entendemos como "austracismo". Para Albareda, los motivos de este apoyo a la casa de Austria (sobre la cual pudiera decirse que los catalanes no tenían demasiados motivos para estar contentos) se debió a la concepción constitucionalista y pactista del gobierno que había germinado en la ciudad de Barcelona. Esta forma de hacer política ponía el poder en las instituciones representativas de la nobleza, y  especialmente, de los sectores burgueses en auge. Albareda enfatiza en que esto no debe entenderse como una continuidad o refuerzo del feudalismo, sino como una especie de republicanismo, que incluso puede compararse al de ciertas ciudades-Estado italianas. Por otro lado, en Valencia, la guerra tuvo un carácter de revuelta popular y antiseñorial que los propios nobles partidarios de Carlos de Austria se vieron obligados a reprimir. Sin embargo, la derrota militar y la defección de las potencias aliadas impidieron cualquier esperanza de pacto.
Hay varias cuestiones a nivel general que se plantean. En primer lugar, una cosa que me ha llamado la atención es que estos tres historiadores siempre realizaban su exposición a partir de una serie constante de definiciones negativas y de matizaciones. La Guerra de Sucesión no fue exclusivamente un conflicto entre Castilla y Aragón, el felipismo o el austracismo no fueron bandos monolíticos, la centralización no fue exclusivamente llevada a cabo por agentes castellanos, etc. Abundaban las matizaciones y puntualizaciones sobre los estudios precedentes. En mi opinión, esto se debe a que las investigaciones han sido muy recientes y todavía quedan bastantes interrogantes, especialmente sobre los años posteriores del siglo XVIII. A mi parecer, la historiografía ha avanzado notablemente (los tres ponentes son un ejemplo de ello) pero quizás falta la articulación de una visión más global y resuelta que permita enmarcar el advenimiento de la dinastía borbónica en un proceso más amplio. Actualmente, la idea de "monarquía compuesta" está totalmente asentada y atrás quedan las interpretaciones que hablaban sin reparos de un "imperio español" como un cuerpo indivisible. Lo mismo ha sucedido con la noción de "decadencia". Actualmente, ya no se habla de la España de Carlos II como aquél caos presidido por un "rey hechizado". La idea elaborada por los marxistas de una "crisis general del siglo XVII" ha sido ampliamente cuestionada. Sin embargo, parece que no se dispone de una reformulación de un modelo explicativo nuevo. John Elliott se refería a la necesidad de buscar una "explicación fuerte" de la historia, que superase la creciente fragmentación de las investigaciones.
En segundo lugar, abordar la Guerra de Sucesión como un momento de cambio nos lleva irremediablemente a tener que valorar problemas que se manifiestan con mayor fuerza a lo largo de todo el siglo XVIII. En el nuevo sistema borbónico, conviven rupturas y continuidades con el período anterior que ilustran muy bien dónde estaban los límites del Estado moderno. El "absolutismo" o el "despotismo" ilustrado han sido examinados a la luz de las nuevas investigaciones que resaltan la importancia de la venalidad y de las redes sociales entre familias (véanse los estudios de Imízcoz Beunza). El Estado ya no parece como un punto de llegada de la "racionalidad", sino que se interpreta como el vehículo de expresión de unas oligarquías locales que reformularon sus lazos de conveniencia con la corte (como queda patnente el caso de los navarros). Y desde luego, surge la necesidad de estudiar la vertebración de este nuevo modelo de monarquía centralizada conjuntamente con la colonización americana, como ha señalado Antonio Miguel Bernal en su libro España, proyecto inacabado: costes/beneficios del imperio.
Retomando el tema específico de las Lliçons, quizás sería interesante avanzar hacia una interpretación a nivel mundial de lo que significo la Guerra de Sucesión y el reequilibrio de poderes que surgió de Utrecht en 1713. Justamente, la lectura interesada políticamente de este episodio mantiene el error de base que es leer el pasado peninsular en clave nacional (sea la nación española o la nación catalana). Si las dinámicas imperiales del reino de España y de Gran Bretaña condicionaron la actuación desde el inicio de la guerra, quizás tengamos que ponerlas a la cabeza de nuestra explicación histórica. Por por poner un ejemplo de sobras conocido, no es para nada "casual" que la reforma de los Decretos de Nueva Planta se hiciera en 1707, el mismo año en que los parlamentos de Inglaterra y Escocia aprobaban la "Union Act" por la que se formaba lo que conocemos hoy como Gran Bretaña.
María Victoria López-Cordón, Carlos Martínez-Shaw y Joaquim Albareda hicieron la recapitulación de un proceso que tenido consecuencias muy profundas, algunas de la cuales duran hasta hoy en día. Aunque hayan pasado trescientos años, este pasado continúa vivo. Frente a la retórica nacionalista y partidista que emborrona nuestro conocimientos, lo mejor que puede hacerse es abordar el pasado con la actitud de trabajo y espíritu crítico que estos tres historiadores tuvieron la oportunidad de darnos estos días.

martes, 23 de julio de 2013

Anthony Grafton y los orígenes de la nota al pie

En la actualidad, los argumentos de los historiadores aún avanzan con paso firme o retroceden vacilantes sobre sus notas al pie. Pero el plomo de la prosa oficial ha reemplazado el oro de la retórica clásica de Gibbon. En el mundo moderno, dicen los manuales para redactores de tesis, los historiadores realizan dos tareas complementarias. Deben estudiar todas -las fuentes referentes a la solución de un problema y a partir de ellas elaborar una nueva narración o argumento. La nota al pie es la prueba de que se ha realizado las dos tareas. Identifica tanto el indicio primario que garantiza que la sustancia del relato es novedosa como las obras secundarias que no desmienten ese carácter en forma y tesis. Además, identifica el trabajo histórico en cuestión como obra de un profesional. El murmullo la nota al pie es reconfortante como el zumbido agudo del torno odontológico: el tedio que provoca, como el dolor que provoca el torno, no es aleatorio sino direccional, es parte del costo a pagar por los beneficios de la ciencia y la tecnología modernas.

Como sugiere esta analogía, en la vida moderna la nota al pie está vinculada con la ideología y los procedimientos técnicos de una profesión. Para ser historiador o dentista uno realiza estudios especializados; para practicar la historia o la odontología, uno debe recibir la aprobación de sus maestros, colegas y, sobre todo, pacientes (o lectores). Aprender a redactar notas al pie forma parte de esta versión moderna de la vida de aprendiz. La mayoría de los historiadores se inician en pequeña escala, durante las semanas frenéticas dedicadas a redactar trabajos que han de leer de viva voz frente al profesor. A esa altura, las notas al pie son vistas, no leídas. Conforman una masa densa y borrosa de texto apenas vislumbrado en el pie de las páginas agitadas por las manos temblorosas del orador nervioso al mascullar frente a la clase. Más adelante, durante los largos meses dedicados a la redacción de la monografía, los estudiantes avanzan del estilo de producción artesanal al industrial con la esperanza de que el tutor, otros miembros del jurado constituido para evaluar su trabajo e incluso futuros colegas y empleado les admiren de las horas de arduo trabajo en la biblioteca y el archivo plasmadas en las largas notas al pie. Por fin, obtenido el doctorado y el empleo, los historiadores activos siguen produciendo notas al pie. Lamentablemente, los historiadores habituados a redactar notas maquinalmente -como los dentistas que se han vuelto insensibles al dolor que infligen y la sangre que derraman- tal vez casi no se dan cuenta de que siguen llenando de nombres de autores, títulos de libros y números de  legajos o páginas sus textos inéditos. Al fin y al cabo, la producción de notas al pie suele parecerse no tanto al trabajo especializado de un profesional que realiza una función precisa proyectada hacia un fin superior que la producción cuanto a la producción improvisada y la eliminación de residuos.

La nota al pie moderna es tan esencial para la vida histórica civilizada como el retrete; como éste, es un tema de mal gusto en la plática cortés y por lo general solo llama la atención cuando se descompone. Como el retrete, la nota al pie permite a uno realizar actos desagradables en la intimidad; como sucede con aquel, el buen gusto exige que se la coloque en un lugar discreto; últimamente no se la incluye en el pie de página sino al final libro. Es el lugar que merece recurso tan baladí: ojos que no ven, corazón que no siente.


Portada de la edición original
Anthony Grafton, Los orígenes trágicos de la erudición: breve tratado sobre la nota al pie de página, Buenos Aires, FCE, 1998, pp. 12-13.

lunes, 24 de junio de 2013

La enseñanza de la historia en 1829



El autor, guiado por un principio de filantropía genial y propia del estado que le caracteriza, la publica como el medio más seguro para acabar de exterminar de nuestro patrio suelo el genio infernal de la discordia, siendo constante que la cultura de las ciencias y las artes reconcilia a los hombres, los dulcifica, los morigera y afina, y ellas se alojan solo en los palacios de la paz y de la prosperidad. Pax artium nutrix. Gozando ya de este precioso don que el cielo propicio ha destellado sobre nosotros, cultivemos nuevamente el campo de las ciencias, pero teniendo siempre presente la sabia lección de no dejarnos deslumbrar de luces demasiado brillantes. Evitemos cautelosamente los desvíos del espíritu que pueden adormecer la razón, y para acercarnos a ella con certeza, cobijémonos bajo los auspicios de la Religión, de la sana moral y de las buenas costumbres, banderas sagradas donde siempre hallaremos una égide segura contra el vértigo de las revoluciones y renacerá con suceso la prosperidad de la Patria, la felicidad individual y la gloria y esplendor de los antiguos Españoles

Estas palabras pertenecen a Manuel Merino, fraile benedictino y autor de un manual escolar de historia usado en las escuelas durante el reinado de Fernando VII. El Método nuevo y el más ventajoso para aprender la historia general de la España introducía así el estudio de esta asignatura necesaria para aprender la narración de los sucesos dignos de pasar a la posteridad y las glorias de nuestros antiguos héroes . Este manual impreso en Madrid en 1829 nos ilustra muy bien una etapa de la formación de esta asignatura en las escuelas. Muchos historiadores han escrito sobre la relación entre la relación entre ideología y educación a partir de la construcción del Estado liberal en 1833. Para poder formar ciudadanos obedientes y adecuados a la nueva sociedad hacía falta instruir a los niños en el conocimiento de su madre patria.[1] Sin embargo, el texto que aquí hemos mencionado es anterior a esto y se realizó en unas circunstancias bastante diferentes. Aunque se vislumbran muchas ideas que luego formarán parte del canon posterior, existen otras que evidencian su carácter contrarrevolucionario y apostólico, que hunden sus raíces en el siglo XVIII. Por aquél entonces la Iglesia ejercía un control férreo sobre la educación y había vuelto a los planes de estudio del siglo anterior ¿Cuál era el contexto histórico que dio origen a estas ideas? ¿Por qué habría que tener miedo de las luces demasiado brillantes?

Vista del monasterio benedictino de San Martín (destruido en 1868), en el que Manuel Merino ejercía de mayordomo


Desde 1823, Fernando VII había reinado un período muy complicado, en el que se vio acosado tanto por levantamientos liberales como por motines realistas que tenían sumido el país en un clima violento. Eran años de conservación de lo antiguo y de resistencia contra el cambio, como atestiguan los intentos de reconquistar las colonias americanas por la vía militar. Para comprender este período, llamado posteriormente por los liberales como la Década Ominosa, debemos acudir a los años del Trienio Liberal, ya que ahí se encuentra el germen de esta reacción conservadora.
Los distintos gobiernos que se sucedieron después del pronunciamiento de Rafael del Riego desde 1820 hasta 1823 intentaron implantar los decretos y leyes que se habían propuesto en las Cortes de Cádiz. Medidas como la supresión de las órdenes religiosas, las desamortizaciones, la abolición de los señoríos o la reforma de las provincias se plantearon e incluso se llegaron a aprobar. Sin embargo, la contrarrevolución instigada por los partidarios más absolutistas de Fernando VII y el apoyo a estos por parte de la mayoría de la burguesía moderada otra vez hizo imposible realizar el proyecto liberal de 1812. El golpe final fue la intervención militar acordada en el Congreso de Verona de 1822 por Francia y la Cuádruple Alianza (Rusia, Prusia, Austria e Inglaterra). En abril de 1823, el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis dirigido por el duque de Angulema entraba en España y el 31 de agosto tomaron Cádiz. Una vez asegurado el terreno por la fuerza, el nuevo gobierno de Fernando VII procedió a anular todas las medidas tomadas durante el Trienio Liberal y a reprimir a los partidarios del liberalismo.[2] 
Una de las implicaciones de la anulación de los decretos constitucionales fue el refuerzo de la preponderancia del papel de Iglesia en la educación y la cultura. Como señala Josep Fontana, no puede hablarse de la existencia de un plan ideológico claro y sistemático de los ultrarrealistas o apostólicos.[3] La prioridad era mantener la hegemonía cultural de la Iglesia católica a cualquier precio. Es por ello que sería más preciso hablar de un programa eminentemente defensivo, que por un lado buscaba conservar las instituciones y normas sociales del Antiguo Régimen, y por otro, destruir las ideas liberales e ilustradas que consideraban nocivas para la moral católica.[4] En consecuencia, se restringió la circulación y se prohibieron obras como la Historia crítica de España y de la cultura española del padre Juan Francisco Masdeu, el Informe en el expediente de la Ley Agraria de Gaspar Melchor de Jovellanos, o el Tratado de la regalía de amortización de Pedro Rodríguez de Campomanes. Los libros de ilustrados como Francisco Martínez Marina, Juan Antonio Llorente, Jean Jacques Rouseeau o Voltaire también fueron prohibidos. La censura era realizada por obispos, que elaboraban listas de los libros y opúsculos que habían de ser retirados que luego enviaban al ministro de Gracia y Justicia, Francisco Tadeo Calomarde.[5] 
Durante estos años también se anuló todo lo relacionado con el proyecto educativo del Trienio. El Reglamento general de instrucción pública de 1821 proponía en primer lugar una enseñanza básica universal, una intermedia que sin ser universal fuera de carácter general, y una tercera mucho más reducida pensada para formar algunas profesiones. Durante el trienio liberal, los virulentos debates parlamentarios entre los liberales exaltados y moderados sobre el grado de centralización de esta reforma truncaron la posibilidad de llegar un acuerdo. Además, la urgente crisis fiscal y la falta de recursos tanto materiales como humanos para poner en marcha estas ambiciosas reformas imposibilitaban desde un comienzo su puesta en práctica.[6] 
Con el retorno de Fernando VII, la educación fue puesta casi en su totalidad en manos de la Iglesia, abandonando así la idea de crear un sistema nacional de enseñanza subvencionado por el Estado. La Iglesia fue, en consecuencia, la institución que recibió la misión de uniformizar y controlar tanto al personal como los planes de estudios.[7] A grandes rasgos, pueden distinguirse tres fases a lo largo de esta década: una de represión entre 1823 y 1825; una de regulación, y por última, una fase de estancamiento que se inicia en 1829 hasta la muerte del rey en 1833.[8]
"El viático" (1842) por Leonardo de Alenza


En la universidad fue donde se centraron la mayor parte de los esfuerzos de la contrarrevolución. La derogación de las leyes liberales de 1820 volvió a poner en vigor los planes de 1771 y se hizo necesario obtener un certificado de buena conducta política y religiosa que debía ir firmado por las autoridades civiles y religiosas. El momento crítico de estas medidas fue en 1830, con el cierre de las universidades por el miedo al contagio de las ideas que habían insuflado la revolución que había acabado con Carlos X en Francia.[9] El Consejo Real decretaba en una circular de 1825 que debían cerrarse todas las escuelas y casas de educación privadas que no estuvieran regidas por eclesiásticos o maestros titulados. Estos colegios privados en su mayoría eran laicos, por lo que eran vistos como enemigos de la jerarquía católica. Los maestros de primeras letras también tuvieron que obedecer las medidas de vigilancia y depuración que se aplicaban a los funcionarios civiles y catedráticos de universidad, que también incluían la pureza de sangre y un historial de conducta política. El apoyo a las milicias liberales o incluso la sospecha de opiniones contrarias al régimen eran motivos suficientes para ser apartado de la educación. El Plan y reglamento general del 16 de febrero de ese mismo año establecía las cinco materias que debían impartirse para las primeras letras: doctrina cristiana, leer, escribir, ortografía y aritmética. La legislación regulaba las devociones y los modales que debían tenerse en cada clase. A las niñas sólo les enseñaba la doctrina cristiana, a leer y a escribir, y a realizar actividades como tejer o coser, por lo que se mantenían en un plano de inferioridad. También se intentaron uniformizar sus condiciones laborales pero la diversidad regional lo hacía casi imposible.[10] 
Por último, además del contexto educativo, hay que tener presente que los últimos años de la década de 1820 estuvieron marcados por la violencia y la crisis económica. La situación de endeudamiento crónico de la Hacienda siguió agravándose, y en la primavera de 1827 diversas partidas de ultrarrealistas decepcionados con Fernando VII se levantaron en Cataluña, estableciendo su sede en Manresa. Milicias de voluntarios y grandes grupos de campesinos empobrecidos se oponían a cualquier intento reformista, reclamando la vuelta de la Inquisición. Fueron derrotados en septiembre de ese mismo año, después de durísimos combates. La Guerra de los Agraviados o de los Malcontents terminaba, pero era ya un precedente de los carlistas que pondrán en jaque la construcción del estado-nación liberal pocos años después. 1829 también fue el año en que fracasó la última expedición española enviada a México que pretendía de sublevarla y restaurar el gobierno realista. El contingente dirigido por el brigadier Isidro Barradas tuvo que capitular y el cese de estos intentos por recuperar las colonias fue definitivo.[11] La década ominosa representó un período por el que las clases dominantes optaron por un camino mucho más lento para consolidar sus privilegios y adaptarse al nuevo panorama europeo, un camino que no estuvo falto de conflictos por parte de aquellos que rechazaban cualquier cambio como de los que pretendían reintentar la revolución. 
La enseñanza de la historia no podía mantenerse al margen de este deseo de conservación. Y es por ello que el Método nuevo de fray Manuel Merino ilustra bien el combate por la memoria histórica de la España de los inicios del XIX, lo que le llevaba a juzgar el pasado en los términos de su presente, esto es, en los términos de un catolicismo conservador post-revolucionario. Se critican las costumbres de los primeros pobladores por salvajes, se desprecia la religión y costumbres de los musulmanes y se critican las políticas tomadas por los Austrias por ambiciosas. La Antigüedad y la Alta Edad Media son los momentos de la historia que para el autor mejor representan los peligros de la infidelidad al dios cristiano, haciendo énfasis en el afeminamiento o envilecimiento de las demás culturas invasoras y que pervertían el correcto y natural desarrollo del pueblo español. La legitimidad de este absolutismo pasaba por reforzar su marcado carácter católico y anti-ilustrado. La glorificación del pueblo español que se levantó contra los franceses no era incompatible con la defensa del régimen señorial. El patriotismo equivalía, según este ideario, a defender la herencia de un pasado que tenía su origen en la Reconquista, en las luchas de los verdaderos cristianos contra invasores infieles. Aunque reivindica la razón como una manera de acercarse a la verdad y la virtud, esta puede verse muy fácilmente desviada y solamente la religión puede servir para reconducirla. La violencia producida por el vértigo de las revoluciones ha impedido la vuelta de la riqueza y la felicidad, y esta sólo puede conseguirse mediante la fe cristiana. La educación del pasado, por tanto, es una herramienta civilizadora que instruye en los valores católicos y que ha de disuadir los intentos subversivos.
En la evolución de la historiografía española, los años entre 1823 y 1833 representaron un paréntesis entre el optimismo de después de la guerra contra Napoleón y la eclosión de literatura liberal y romántica de los años de minoría de edad de Isabel II. Este manual escolar nos permite observar qué tipo de historia se enseñaba durante este paréntesis, y por tanto, cuáles actitudes respecto al pasado se veían como correctas. La concepción de España como unidad inquebrantable a lo largo del tiempo, el juicio severo a la ambición de los Austrias, o el peso de la idea providencialista de la historia son rasgos que se mantendrán en la historiografía hasta Cánovas del Castillo. El paso del Antiguo al Nuevo régimen en España es un proceso complejo que todavía no está del todo claro y el estudio de la mirada que sus protagonistas tuvieron hacia su propio pasado es una variable más que nos permite comprenderla con mayor precisión.



[1] Cf. García Cárcel, R. (coord.) La construcción de las historias de España, Madrid, Marcial Pons, 2005; Pérez Garzón, J. S., Manzano, E., López Facal, R., Rivière, A., La gestión de la memoria: la historia de España al servicio del poder, Barcelona, Crítica, 2000; Pérez Garzón, J. S, Cirujano Marín, P.,  Elorriaga Planes, T., Historiografía y nacionalismo español (1834-1868), Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1985. 
[2] Fontana, J., De en medio del tiempo: la segunda restauración española, 1823-1834,Barcelona, Crítica, 2006, pp. 67-84. 
[3] Fontana, op. cit, p. 101. 
[4] Fontana, op. cit, pp. 101-105. 
[5] Fontana, op. cit, pp. 108-109. 
[6] Puelles Benitez, M., Estado y educación en la España liberal (1809-1857): un sistema educativo frustrado, Barcelona, Pomares, 2004, pp. 152-157; Viñao Frago, A., Política y educación en los orígenes de la España contemporanea : examen especial de sus relaciones en la enseñanza secundaria, Madrid, Siglo XXI, 1982, pp. 211-219. 
[7] Viñao Frago, op. cit, pp. 266-268. 
[8] Viñao Frago, op. cit, pp. 276-277. 
[9] Ídem. 
[10] Bartolomé Martínez, B., "Las purificaciones de maestros de primeras letras y preceptores de gramática en la reforma de Fernando VII", en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, nº 2, 1983, pp. 251-253 
[11] Fontana, op. cit, p. 255.